lunes, 27 de diciembre de 2010

Una economía bizca

Una economía bizca

Francisco Parra Luna -
27/12/2010

Dos bizcos caminando en dirección contraria chocan. Y exclama uno: "¡A ver si miras por dónde vas!", y el otro responde: "¡Y tú a ver si vas por donde miras"! Anécdota que retrata a la economía española como en ningún otro país; un tanto bizca cuando no estrábica total. Con el ojo derecho, percibe la superficie del neoliberalismo y su consabida bajada de impuestos, eliminación de rigideces laborales y comerciales, equilibrio fiscal, adelgazamiento del Estado, menor protección social, y en general gusta de dejar solo al individuo para que la necesidad afile su inteligencia y termine así incrementando el PIB.

Sus referentes políticos son Reagan, Thatcher, Aznar..; sus mentores intelectuales una buena pléyade de economistas desde Adam Smith a Friedman; sus protectores institucionales el FMI, la OCDE, los bancos centrales y como no, todo el empresariado nacional con sus potentes lobbies tanto teóricos (centros de estudio), como prácticos (ayudas financieras). Proceder que además llaman "ortodoxia económica" y todo aquel que no la comparta será objeto de severa crítica por "no mirar por dónde va".

Razones que no son menores cuando solo mira por su ojo izquierdo y se recrea en la superficie de lo social. Sostiene que si no existe una previa distribución justa de los bienes materiales, las libertades resultan espurias e insostenibles por conflictivas. Contempla el programa neoliberal como la vida en el mar, donde reinaría la libertad más absoluta pero también la injusticia más flagrante al comerse los peces grandes a los chicos sin la menor piedad. Piden así un Estado fuerte que obligue a practicar una necesaria redistribución de los bienes y servicios producidos para evitar la conflictividad. De ahí que sus mentores intelectuales arranquen de Marx primero y de Keynes después, para continuar con otra pléyade de economistas no menos razonables como Stiglitz o Krugman, aunque sus mentores institucionales se limitan a los sindicatos de clase, cuya debilidad actual les hace mostrarse extremadamente prudentes cuando no sumisos.

No obstante, apoyada en su propia debilidad económica, esta visión está igualmente imbuida de una ética tan profunda que no puede evitar, aunque quisiera, el choque con el poderoso bizco neoliberal al que se enfrenta.

Ambas visiones, como corresponde a la patología médica del estrabismo, impiden "ver en profundidad", cosa que viene a ser lo normal urbi et orbi. Lo tragicómico de la situación aparece cuando España se limita a mimetizar ambas pautas desaprovechando sus posibilidades propias. Cuando presenta márgenes objetivos que permitirían cruzarse a los dos bizcos sin rozarse, y hasta cediéndose el paso cuando convenga. Esto es lo que preconiza cualquier enfoque integrativo que asuma que las teorías, por incompatibles que parezcan, son complementarias y multiplicativas, lo que para España es una necesidad absoluta ante los notorios y específicos desequilibrios que presenta. Un enfoque como la Teoría de Sistemas, por ejemplo, con sus postulados de multiperspectivismo, interdisciplinariedad y resultados cuantificados en términos del "sistema de valores" (lo único que en realidad nos importa a los humanos) puede así resultar un instrumento válido.

¿Empeño fácil? Desgraciadamente no. Las actitudes mentales de unos y de otros están tan hechas, tan estructuradas y seguras, que algo que las obligase a complementarlas, como por ejemplo intenta el modelo axiológico-setcu (en Para salir de la crisis: un modelo cuantificado.., Equipo Multidis, Editorial del Serbal, 2010) no sería ni comprendido ni aceptado. De ahí que algunos economistas hayan podido decir -y por escrito- que no entienden ni el lenguaje sistémico que utiliza ni su interpretación en términos del "sistema de valores". Es cierto que los políticos, por la fuerza de las cosas, intentan esta integración, pero se encuentran teóricamente tan desasistidos que sus parlamentos suelen ofrecer una lamentable comedia representativa del más risible encontronazo entre bizcos.

¿Consecuencias para España? Incomprensión, impotencia, corporativismos… entre técnicos y especialistas de un lado. Y de otro, paro escandaloso, tragedias familiares, los últimos en salir de la crisis, clasificados como PIGS y en peligro de humillante intervención internacional. Como pura irracionalidad, ¿hay quien dé más?

Y todo porque nuestro sistema socioeconómico se muestra incapaz, como todo bizco de ojos extraviados, de "visionar" la centralidad profunda del problema y de diseñar y calcular el plan integral y cuantificado que España necesita.

Francisco Parra Luna. Catedrático Emérito de la Universidad Complutense de Madrid

jueves, 9 de diciembre de 2010

Competitividad ¿en qué?

COMPETITIVIDAD ¿EN QUÉ?

Por Francisco Parra Luna, Catedrático Emérito, UCM

Todo español interesado en las causas de nuestro paro intuye que residen en la falta de competitividad de la economía española que, como sabemos, viene presentando una balanza comercial negativa y recurrente. Mas, ¿en qué sectores concretos habría que incidir y con qué prioridad?. Desde la investigación/innovación, hasta la educación, la justicia y las inspecciones, pasando por determinadas infraestructuras concretas como el transporte de mercancías por ff.cc. y el reacondicionamiento de puertos, las posibilidades de mejorar en España son amplias y diversas. Comencemos por los medios de transporte y comunicación, tan básicos siempre.

Imaginemos que existe un Ministerio de Transportes y Comunicaciones con cinco direcciones generales: Carreteras, Aviación, Ferrocarril, Marítima y Telématica. Sus misiones: poner en contacto personas y cosas con la mayor rapidez y al menor coste posibles. Se podría para ello hacer uso del índice de eficiencia básica T=Y/X y mediante el cual la D.G. de Carreteras estaría obligada a vigilar permanentemente que los costes totales (X) de su estructura funcional (personal, inversiones, mantenimientos, contaminación ambiental, etc.) resultasen mínimos en cada período de tiempo en relación a los salidas (Y) (número de pasajeros, toneladas transportadas, satisfacción de los usuarios, etc.) que serían los objetivos de esta dirección general. Este índice perseguiría, pues, ofrecer el mejor servicio (Y) con el menor coste posible (X). Piénsese, además, lo que supondría que todos los funcionarios de dicho Ministerio percibiesen, además de unos fijos mínimos, unos emolumentos variables en función de los resultados del índice “T” general del ministerio, y de los numerosos índices o subíndices “T” en que podría subdividirse cada dirección general, subdirección, departamento, etc. Los ahorros podrían ser espectaculares.

E imagínese lo que supondría que las otras cuatro Direcciones Generales funcionaran bajo los mismos principios. Cada Dirección General perseguiría así quitar usuarios y mercancías a las otras Direcciones y en base siempre a la permanente vigilancia del índice “T”. Así la expresión: “Usuarios x satisfacción/coste”, sería el primer y más básico índice de eficiencia de cada dirección general. Especie de organismos autónomos en este sentido, que dada su deseable vocación de “ladrones” de usuarios, quizás acabarían hasta con gran parte de los desplazamientos personales de carácter profesional, que muy bien podrían resultar innecesarios si la Dirección General de Comunicaciones Telemáticas pudiera generalizar y popularizar el uso de videoconferencias de alta calidad, para que los desplazamientos personales sólo se hicieran por placer. Todo un necesario vuelco hacia la competitividad.

Podemos prever, pues, lo que este tipo de competencia interna representaría no sólo para la economía española vía costes, sino también, para seguridad de los pasajeros, más tiempo libre, superiores comodidades, menor contaminación, etc. En esto posiblemente consista el progreso: en no perder de vista el arco de los valores que perseguimos –Riqueza Material, Seguridad, Conocimiento, Participación, Ecología, etc.- y en elevar y equilibrar sus respectivos niveles relativos con arreglo a las necesidades de cada tiempo y lugar.

Pero con las Autonomías hemos topado. Porque para que estos índices funcionasen sería preciso rediseñar una descentralización territorial española que no termina de encajar los papeles de las administraciones al duplicar o triplicar esfuerzos y costes cuando no dificultar los objetivos buscados. Se trata por tanto de redefinir un Estado de las Autonomías que no siempre es bien comprendido dados sus actuales excesos, pero que resulta axial para elevar la calidad de vida de los ciudadanos al facilitarles superiores cotas de libertad, cercanía y participación en la cosa pública. La dificultad consiste en compatibilizarlas con una utilización óptima de los recursos nacionales, lo que requiere altas dosis de buen diseño desde el propio centro político y de colaboración sincera por parte de las regiones.

Que España sepa competir, ponderando en primer lugar lo central y lo periférico sin extremismos, y preferiblemente según pautas de regionalización europeas para hacerlo en pie de igualdad, determinará que podamos entonces priorizar sectores, reducir gastos, maximizar eficiencias, equilibrar/diferenciar autonomías,…. y en suma mejorar nuestro “sistema de valores” global como un país con peso relativo en el mundo en beneficio de todos. No sabemos si es un arte o una ciencia, o ambas cosas a la vez, pero deberíamos conseguirlo si es que pretendemos dejar un mejor modo de vida a nuestros hijos.

miércoles, 13 de octubre de 2010

¿Por qué seremos los últimos en salir de la crisis?

¿POR QUÉ SEREMOS LOS ÚLTIMOS EN SALIR DE LA CRISIS?

Por Francisco Parra Luna, Catedrático Emérito UCM,

parraluna3495@yahoo.es

Buena pregunta. Pero, ¿qué pensaría el lector si comenzara diciendo que saldremos los últimos porque queremos?. ¿O al menos porque lo permitimos?. Sencillamente no se lo creería, ya que a ningún español le gustaría que se nos clasifique como los últimos de la fila respecto a los demás países desarrollados. Y sin embargo, permítanme justificar mi respuesta.

Supongamos que se demuestra que en España se producen tres circunstancias o diferencias fácilmente constatables: Primera: que existen puestos de trabajo técnicos potenciales o sin cubrir para ser una país competitivo, como por ejemplo, los estimados por la Fundación Ideas en más de 3 millones. Segunda: que existen más de 4 millones de parados. Y tercera: que existe dinero en España para costear el salario+inversiones necesarias de una buena parte de esos parados ocupándolos en dichos trabajos, como por ejemplo, tomando sólo una parte de los más de 30.000 millones de euros que se pagarán en 2010 a los desempleados “por no hacer nada”, lo que si resulta socialmente justo y hasta políticamente necesario, no deja de suponer una crasa irracionalidad gestora impropia de cualquier sistema inteligente. Por no mencionar los que se podrían obtener vías disminución del fraude fiscal, reforma fiscal sin aumentar impuestos, y ahorro de gasto público. Puede asegurarse, pues, que no es dinero lo que falta hoy en España, pero sí una adecuada utilización o reubicación del mismo.

En consecuencia, con sólo poner un poco de buena voluntad política y de técnica económica, el problema diferencial del paro estaría solucionado, pudiéndolo situar fácilmente alrededor del 10% de la población activa que viene a ser el promedio europeo. Operación tan natural y lógica en términos comparativos (integrar “cosas por hacer”, con “personal parado”, con ”dinero desaprovechado”) que no merecería mayor demostración, dándose además la circunstancia de que existe un modelo matemático aplicado a la optimización de estos tres grandes diferenciales españoles, junto a otras variables, como lo viene a demostrar el modelo que llamamos “Axiológico-SETCU”. Vease: “Para salir de la crisis: un modelo cuantificado hacia la creación de empleo”,Equipo MULTIDIS, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2010.

Y si lo que propone este modelo es viable (mientras no se demuestre lo contrario), ¿por qué no se adopta?. ¡Sobre todo, cuando políticos, estudiosos y comentaristas, están precisamente demandando un modelo global, sistémico e integrado contra la crisis!. ¿Qué causas, pues, paralizan a los responsables políticos y económicos para no implantar dicho modelo, u otro con igual o parecida filosofía integrativa?

La explicación, hundiría sus raíces en el sistema de valores que venimos asumiendo en nuestro país, claramente deficitario por parte de las élites responsables (políticas y técnicas) tanto de compromiso ético como de voluntad de esfuerzo, salvo honrosas excepciones en ambos colectivos. Se resume en que de ninguna manera están dispuestas a reducir el paro y salir de la crisis, si para ello han de dar cierta razón al contrincante político de turno o aceptar enfoques teóricos tan novedosos que les rompan sus obsoletos esquemas mentales. No es cuestión de izquierdas o derechas, o de estar o no en el poder. El problema nos afectaría a todos como si estuviera inscrito en una especie de “ADN axiológico”, ese que tiene que ver con nuestro personal y muchas veces cementado “sistema de valores”. Por supuesto que nos gustaría tener menos paro, pero nuestro orgullo (ese pequeño detalle tan español), adobado por un cierto resquemor político que todavía permanece desde la guerra civil a pesar de los Pactos de la Moncloa y otros avances cooperativos, nos impide percibir la escasa dimensión socioética de nuestro comportamiento. Añádase a ello nuestra tendencia a la vida “muelle” de nuevos ricos desde el desarrollismo posfranquista, que queda patente en el proceso que va desde la blandura educativa en la escuela primaria hasta nuestro escaso nivel de investigación científica, y tendremos explicada nuestra larvada pero firme intención de evitar cualquier esfuerzo intelectual que nos resulte disonante. Concretamente en economía, preferimos asumir cierta inercia teórica y mimetizar lo que digan otros, (FMI, OCDE, UE, etc). en lugar de esforzarnos por descubrir e investigar nuestras características y posibilidades propias, y ello a pesar de que éstas resaltan notoriamente en el panorama internacional donde en términos de paro, carencias competitivas y dinero dilapidado, no tenemos rival en el mundo desarrollado.

Por supuesto, repito, que nos gustaría tener una tasa de paro más baja, pero jamás a costa de humillar nuestro orgullo ideológico personal, y sobre todo, mostrar ahora la inadecuación de nuestra formación teórica, además ya tan formalizada y pretenciosa, para tener que reconocer como obsoletas las rutinas teóricas y metodológicas asumidas, que por añadidura son aconsejadas por otros “urbi et orbi”. No. Nosotros como españoles no hemos nacido, ni para suavizar nuestra recia y orgullosa terquedad, ni para diseñar nuevas teorías o enfoques en el tratamiento de las variables del sistema (lo de inventar les corresponde a otros, como lo demuestra la historia de la ciencia donde los españoles, salvo alguna excepción, brillamos por nuestra ausencia)(*). Y lógicamente así nos va. Aunque eso sí. A cambio de poder sentarnos a la espera de que los demás países (esos que inventan y se esfuerzan) tiren de nosotros aunque sea con retraso, pero en la seguridad de que de una u otra forma saldremos de la crisis como bien demuestran las curvas cíclicas de la economía cuando se está en la parte baja. En el fondo, nosotros seríamos, pues, más listos, porque, aunque siempre permaneceremos menos desarrollados, lo habríamos compaginado “sabiamente” con una menor dosis de esfuerzo, por no caer en el tópico de más “sol, siesta y toros”. No es que suframos un paro deseado, pero sí implícita y culturalmente permitido.

Parece, pues, como si tan orgullosa desidia estuviera en nuestra naturaleza, y de ahí que inconscientemente tendamos a ignorar toda modelación científica por demostrativa y positiva que resulte para la ciudadanía si a cambio se nos pide: primero, tener que entenderlo (esfuerzo); y segundo, cambiar de criterio (humildad). Y en el fondo, hasta podríamos presumir de haber adoptado tan impresentable tasa internacional de paro, porque la hemos reconvertido por voluntad propia en un “derecho a la pereza” a lo Paul Lafargue “inteligente y sofisticadamente” buscado. Que sería ya el no va más “civilizatorio”.

(*) Ver p.e.: P.Fara, “Breve historia de la ciencia”, Ariel, 2009; o también, P.Bowler y I.Marus, “Panorama general de la ciencia moderna”, Ed. Critica, 2007.

sábado, 24 de abril de 2010

No se puede pagar 34.000 millones al año a los parados por no hacer nada

Francisco Parra Luna: ´No se puede pagar 34.000 millones al año a los parados por no hacer nada´

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Francisco Parra Luna.
Francisco Parra Luna. levante-emv
J. L. Z. VALENCIA En un período convulso y de crisis como el actual, el denominado Equipo Multidis, integrado por reconocidos catedráticos y profesores universitarios, y coordinado por el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y por el profesor José Ignacio Ruiz Rodríguez (Universidad de Alcalá), presenta el libro "Para salir de la crisis", editado por Ediciones del Serbal.
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El investigador Parra Luna aboga por la implantación de un modelo cuantificado para la creación de empleo, con datos y esquemas que explican un procedimiento científico que genera la posibilidad de mejorar. Ofrecen nuevas esperanza en medio de la grave crisis.
Diseñar en España una estrategia para salir de la crisis sin incurrir en tópicos requiere un esfuerzo importante. ¿De qué enfoques ortodoxos huye el libro "Para salir de la crisis" y qué aspectos originales aporta su denominado modelo ýAxiológico-Setcuý?
Decimos que el problema de la crisis es de valores y desequilibrios. Proponemos crear 1.287.000 puestos de trabajo durante el período 2010 y 2013; hacer crecer la economía ya en 2010 sobre un 0,4 % de PIB; crecer un 3,5% Producto Interior Bruto como promedio anual durante dicho período y reducir el déficit público en más de un 3% del PIB sobre el saldo que resultara al final del período sin aplicar el modelo.
¿Cómo se consigue eso?
El método sistémico-axiológico empleado nos ha permitido descubrir treinta y seis desequilibrios en relación a los diez países mas importantes de Europa. Nos ha permitido concentrarlos en los tres grandes desequilibrios que singularizan a España. En primer lugar hay un nivel de necesidades básicas encaminadas a mejorar la competitividad de la economía, que van desde el desarrollo de los transportes de mercancías por ferrocarril, al mejoramiento de la justicia, la educación, la inspección y otros servicios, pasando por la I+D+i que tan magros y seculares frutos proporciona a nuestro país. El segundo desequilibrio es el escandaloso nivel de paro que presenta España, el 20% de la población activa. Y el tercero es un dinero disponible, actualmente mal empleado, que sobraría para financiar los cerca de 1.300.000 nuevos empleos. Y ello con solo utilizar una parte de los 34.000 millones de euros a pagar este año a unos tres millones de parados por no hacer nada y estar en su casa.
Se habla mucho estos últimos meses de la necesidad de implantar una reforma laboral. El Gobierno parece que lo hará en mayo aunque no exista consenso entre los agentes sociales.
Es muy importante. Pero aún lo es más el método de atacar el problema del paro. Esa reforma no va a generar empleo. Primero hay que crecer. Dicen los economistas que para crear ocupación hay que crecer. Nosotros le damos la vuelta a esta función y decimos que hay que crear empleo para que la economía mejore.
¿Puede acabar España como Grecia?
Espero que no. En cualquier caso el momento es peligroso. Hay que abordar el tema desde un momento de vista unitario, de todos los agentes económicos, sociales y políticos. Sin duda, me preocupa la incapacidad ética de los gobernantes. También falta voluntad para abordar los nuevos métodos globales que proponen intelectuales y expertos. Los políticos tienen una falta de predisposición ética porque siempre rechazan cualquier iniciativa que venga de la parte contraria. Es una ineficiencia y rémora que costará cambiar mucho tiempo.

lunes, 1 de marzo de 2010

Creación de Empleo y Salida de la Crisis II


SUMARIO
STAFF
TRIBUNA DE ACTUALIDAD
LEGISLACIÓN y TRIBUNALES
PRÁCTICA JURÍDICA
RESOLUCIONES DE LA DGRN
INFORMACIÓN CORPORATIVA




Creación de empleo y salida de la crisis
Número de revista : 30

Francisco Parra Luna

Todos sabemos que la posición socioeconómica de España en 2010 es grave: recesión económica y malas perspectivas a corto plazo (único país de la UE que continuará en recesión según estimaciones del UBS); déficit fiscal previsto del 11,4% del PIB a final de año; deuda pública que se acercará al 60-70%; uno de los déficits comerciales más elevados del mundo (entre el 4-5% del PIB); 400.000 empresas cerradas en lo que va de año (a Septiembre 2009); más de 300.000 negocios de autónomos destruidos; escasez de crédito bancario; y sobre todo un nivel de paro (se acercará al 20% de la población activa) que sitúa a España a la cabeza de todos los países desarrollados y en la cola para salir de él y de la crisis. Y lo que es peor en términos internacionales: que se nos vuelva a considerar como uno de los países PIGS o “cerdos” (Portugal, Irland, Greece, Spain) y muy próximo a la situación de Grecia, lo cual no parece muy justo, pero así se menciona frecuentemente en la prensa extranjera.
Por si fuera poco, el fenómeno del paro laboral no es sólo un problema, sino una cascada de problemas con consecuencias socioeconómicas graves e incluso dramáticas para cientos de miles de familias españolas, donde están reapareciendo no pocas situaciones de auténtica esclavitud (trabajos sin contratos, abusivamente temporales, sin seguridad social, sin papeles para los extranjeros, etc.). La situación es tal que desde el extranjero se escriben frases (p.e.,por Millennium Wave Investments) como las siguientes: “España: el agujero en el balance financiero de Europa”; “España, madre de todas las burbujas inmobiliarias” , “España es, hoy por hoy, una catástrofe esperando por ocurrir”….. Y lo peor, como sostiene Xavier Sala, es que no parece que exista un plan anticrisis definido.

"El fenómeno del paro laboral no es sólo un problema, sino una cascada de problemas con consecuencias socioeconómicas graves e incluso dramáticas para cientos de miles de familias españolas"

Partiendo de esta situación, no es difícil establecer al menos cinco acciones básicas que resultarían aconsejables y previas a una política de recuperación efectiva y sin innecesarios retrasos:
Primera, resulta imprescindible que el gobierno comunique al país la situación tal cual es y haciendo ver que superarla va a exigir esfuerzo, coste y sacrificio. Una especie de “sangre, sudor y lágrimas” a lo Churchill.
Segunda, dicho esfuerzo, expresable en términos económicos, ha de ser soportado por todo el país en su totalidad sin excepción, pero, como es de esperar, proporcionalmente a la capacidad de cada uno.
Tercera, conocido el problema sistémico en su conjunto, resulta necesario disponer de un plan global o modelo integrado, tanto de variables intervinientes como de posiciones teóricas para su tratamiento, elaborado al máximo nivel técnico y que demuestre de manera sencilla sus probables beneficios para el país.
Cuarta, dicho plan técnico ha de ser asumido, primero por los técnicos y segundo por el gobierno, y suficientemente explicado a la sociedad española para que sea consciente del esfuerzo a realizar, de su obligada participación y de los beneficios esperados.
Quinta, realizada esta exposición de motivos en todos los medios de comunicación, el gobierno debería promover un pacto de Estado, y si éste no fuera posible, pasar a implementar el plan, con o sin acuerdo de agentes sociales y la oposición política. La población comprendería.
Qué duda cabe, por otra parte, que del mero anuncio de esta estrategia se derivan importantes consideraciones éticas de difícil soslayo para quien pudiendo hacer lo que esté en su mano no lo haga. La crisis en el fondo es más ética que económica y más personal que social. Lo que nos llevaría a la necesidad de reclamar una deontología de la acción política y del saber académico capaces ambas de superar e integrar los pequeños intereses partidistas y corporativistas en aras de un comportamiento menos auto-centrado y más evolucionado.
Comencemos por decir que el mundo de 2010 es ya muy diferente del de hace sólo un par de décadas o tres. Los cambios se vienen mostrando vertiginosos (globalización, ideologías, comunicaciones, regulaciones, valores,…) lo que provoca que nuestros conocimientos se queden rápidamente obsoletos y nos incapaciten para comprender las transformaciones, los problemas y las soluciones. Por ejemplo, los numerosos énfasis que se vienen poniendo en la globalización presentan también la tendencia a velar ciertas posibilidades específicas de los países; a las ideologías izquierdas/derechas todavía se les atribuyen erróneamente significados y programas diferentes, lo que sólo dificulta la consecución de su inevitable objetivo común; en la ciencia económica actual todavía persiste el discutido foso entre keynesianismo y liberalismo y en el que siguen cayendo la mayoría de los economistas, premios Nobel incluídos. Incluso ambiciosos panoramas críticos vienen resultando forzosamente parciales porque no contemplan los “sistemas de valores” ni su dialéctica integradora, lo que nos priva de percibir las “totalidades coherentes” de los sistemas.

"El gobierno debería promover un pacto de Estado, y si éste no fuera posible, pasar a implementar el plan, con o sin acuerdo de agentes sociales y la oposición política. La población comprendería"


Y en paralelo, nos encontramos con al menos nueve de los ejes que

"El mundo de 2010 es ya muy diferente del de hace sólo un par de décadas o tres. Los cambios se vienen mostrando vertiginosos lo que provoca que nuestros conocimientos se queden rápidamente obsoletos"

La conjunción, pues, de estos silencios y la serie de contradicciones y paradojas comentadas, hace que la crisis actual tenga más de filosófica que de económica; hace que nos encontramos heurísticamente perdidos y limitados ante su complejidad por nuestros viejos métodos y perspectivas, y donde, verbigracia, la reconocida impotencia nacional ante la crisis del paro en España (“seremos los últimos en salir”, se dice, cuando no habría por qué) muy bien podría ser santo y seña del paradigma descrito. Y es que, muy probablemente, ignorar la problemática axiológica que nos condiciona y la perentoria necesidad de asumirla, está ocasionando que no se perciban soluciones que resultarían perfectamente viables como se intentará demostrar.
Dando por constatada esta situación, durante los casi dos años de intenso trabajo que nos ha llevado la realización del modelo “Axiológico-SETCU”, inicialmente diseñado para generar empleo en España y facilitar la salida de la crisis económica a lo largo del período 2010-13, nos condujo a partir de los postulados siguientes:
1. A pesar de la respetabilidad alcanzada por la ciencia económica, parece venir constatándose también que sus instrumentos metodológicos no son los más adecuados, o resultan incompletos, para tratar los sistemas sociales complejos y en particular prevenir y evitar sus crisis económicas, y ello a pesar de las experiencias históricas habidas.
2. Una posible explicación es la siguiente: Los sistemas sociales modernos se muestran en su evolución crecientemente complicados y donde la dimensión económica depende de otras que la predeterminan o condicionan. A ello hay que añadir la naturaleza profundamente axiológica de estos sistemas (la materia prima inevitable son los “valores”) constatando que su fin último es producir el mejor “sistema de valores” posible para sus poblaciones, por lo que su comprensión y tratamiento exigirá perspectivas más multidisciplinares, axiológicas e integradoras.
3. Una reconsideración del problema del paro y la crisis desde la Teoría de Sistemas (puesto que la crisis es “sistémica”), desde su anexo la Sociocibernética (puesto que el sistema no puede pasar de autoregulaciones aunque fueran mínimas) y desde la Axiología (puesto que resulta imprescindible una crítica de los “sistemas de valores” producidos), va a implicar forzosamente la utilización de una nueva epistemología o modo de acercamiento al problema.
4. En base a este nuevo enfoque de raíz más filosófica y situados a principios de 2010, va a quedar demostrado que España presenta posibilidades para salir de la crisis, con crecimientos positivos ya desde 2010, y a superior velocidad que los principales países de nuestro entorno europeo.

"A pesar de la respetabilidad alcanzada por la ciencia económica, parece venir constatándose también que sus instrumentos metodológicos no son los más adecuados para tratar los sistemas sociales complejos"

Sin embargo, la situación en España se presenta de manera diferente, constatándose que políticos y expertos parecen estar inequívocamente divididos sobre las respuestas a ofrecer. Los primeros, porque dejándose llevar por sus respectivas inercias ideológico-partidistas, centradas más bien en perspectivas electoralistas a corto plazo, se muestran reticentes a la hora de diseñar una política de más amplio alcance y larga vista, como se sobreentiende sería su deber aunque no fuera su grupo político o la posición personal del líder los que más se beneficiasen de la misma. Los segundos, porque, aparte de quedar también contaminados por los inevitables sesgos ideológicos, añaden además disensiones teóricas y metodológicas donde sucede que neoliberales por un lado y keynesianos por otro, se critican mutuamente cuando no llegan hasta utilizar descalificaciones profesionales por defender sus propios principios, esperando con avidez que sus respectivas predicciones se cumplan para dejar demostrada la validez de sus posiciones.
La desunión política resulta tan acentuada y la posición de los teóricos y técnicos tan científicamente impropia, que el ruidoso guirigay político-teórico sobresale por encima del propio problema agravándolo si cabe. En uno de los múltiples debates que suelen ofrecer las cadenas de televisión españolas, quedó bien claro lo que viene sucediendo, y por desgracia sucederá, si no se cambia esta especie de “paradigma de ruidos” que nos rodea: El PSOE en el gobierno defiende a ultranza una política de protección social a los trabajadores y no está dispuesto a renunciar a ella porque consta en su programa y representa su propia razón de ser (y lleva razón); el PP defiende una política de menor gasto público y bajada general de impuestos para potenciar la actividad productiva de las empresas, dinamizar la economía y crear empleo (y lleva razón): los empresarios defienden menores impuestos y mayores libertades laborales y de mercado para adaptar sus empresas a las dificultades de cada momento en lugar de cerrarlas (y llevan razón) y los Sindicatos persiguen defender más y mejores condiciones de empleo para sus trabajadores como la parte más débil de la sociedad y la menos responsable de la crisis (y llevan razón). Todos llevan razón. Todos supuestamente bienintencionados y creyéndose lo que dicen. Los cuatro actores del drama español interpretando su papel como corresponde para terminar emitiendo “solos” que individualmente considerados parecen hasta virtuosos. Pero cuando inician el diálogo cruzado, la cacofonía resultante es tan sonora que desconcierta, porque en general no se escucha, se habla; no se comprende y absorbe la posición del otro asumiendo la actitud empática necesaria, sino que se intenta reforzar la suya propia; no se argumenta para llegar a un acuerdo con los que tienes en frente, sino que se argumenta para que los tuyos que te están viendo queden convencidos de que has cumplido las “expectativas de rol”.
Y en el fondo, todo por una sola ausencia: la de un líder responsable e interesado exclusivamente en la solución de la crisis y al margen de cualquier otro interés. Líder, cuya única estrategia debería consistir en plantear correctamente el problema; definir sus dimensiones esenciales, integrarlas hacia un objetivo común, aunar las voluntades necesarias y finalmente ofrecer resultados positivos. O en términos musicales, está faltando el director capaz de orquestar tan admirables “solos” para lograr la correspondiente sinfonía sin que le importen los votos políticos a corto plazo. Si lo hiciera, posiblemente la Historia no olvidase su gesto.
Pero lo más lamentable no es la cacofonía producida por estos cuatro actores institucionales en España. Lo peor es que cuando estos posicionamientos toman cuerpo en los correspondientes niveles técnicos, a sueldo o no de los primeros, el desacuerdo se multiplica y amplifica en un ruido aún más sorprendente porque hasta los premios Nobel de economía terminan defendiendo públicamente posiciones contradictorias . Y por si fuera poco, el desacuerdo se amplía porque las teorías al uso en la ciencia económica actual parecen utilizar exclusivamente los métodos y técnicas tradicionales (en base sólo a variables económicas), sin pensar que puedan existir otros procedimientos más adecuados (en base a valores) para comprender realidades tan complejas como son las sociedades modernas cuyos problemas no son en el fondo económicos (aunque así se denomine la crisis por sus consecuencias más vistosas y materiales), sino que se fundamentan y hunden su raíz en las preferencias axiológicas practicadas.
Proliferan en consecuencia opiniones de todo tipo proponiendo medidas todas ellas bien intencionadas y hasta técnicamente correctas aunque lamentablemente parciales o asistémicas. Sin olvidar los manifiestos firmados por colectivos de economistas que proponen también determinados cambios en la política económica y las relaciones laborales, llenos igualmente de sentido común salvo que se presentan como suele suceder aislados y sin su conexión sistémico-axiológica correspondiente. Por no hablar de los comprensibles “mantras” ya clásicos, recitados por todos los gobernadores del Banco de España de las últimas décadas, contra las “rigideces” de nuestro sistema laboral y comercial. Y, finalmente y como era de temer, el actual gobierno español no podía quedarse a la zaga en medio de tantas sugerencias aisladas, por lo que promulga y pone en marcha decenas de medidas igualmente lógicas y asumibles desde perspectivas individuales o aisladas, pero que no responden a un proyecto global, cuantificado y optimizador del mejor “sistema de valores” posible. Carencia ésta que se puede perdonar a todo individuo o colectivo que emita una opinión, pero no al Gobierno que tiene la obligación de contemplar la globalidad del sistema que dirige para conjuntar sistémicamente las posibles medidas a tomar y cuantificar sus consecuencias finales, ya aplique en lo económico una política liberal o intervencionista.
Y hay algo que debe añadirse todavía: la crisis de la planificación como concepto. Una crisis conceptual derivada del fracaso histórico de los métodos totalitarios practicados por la Unión Soviética y países satélites. El desprestigio de los planes quinquenales resultó tan notorio (comparativamente) que incluso en el mundo de la moderna gestión empresarial se llegó a decir, con evidente exageración, que planificar a medio o largo plazo (un par de años) estaba dejando de tener sentido dadas las turbulencias y cambios que experimentaban los mercados por la acción de las nuevas tecnologías y otros factores. Lo cual es cierto, pero en política como en todo, termina por no haber camino para aquel que no sabe dónde va, que es precisamente el fin irrenunciable de toda planificación.
Y en medio de este desconcierto, donde se reconoce que hace falta un pacto general sobre un proyecto global aceptable por todos y concebido a más largo plazo pero que nadie propone, aparecemos unos cuantos especialistas en variadas disciplinas (equipo MULTIDIS) que nos da por pensar que el mejor método para superar la cacofonía existente debe comenzar por abandonar nuestras obsoletas posiciones de especialistas y adoptar un punto de vista más incluyente e integrador, o más apto para concebir las “totalidades coherentes” a las que nos enfrentamos. Que para enfrentarse a una crisis global (de sistema o en el sistema) no basta con correlacionar unas cuantas variables, o abusar de la clausula “ceteris paribus” para explicar experiencias externas cuando nos conviene (algo muy común), sino que es preciso comenzar por definir, en función de objetivos claramente predeterminados (p.e. la reducción del paro), las dimensiones profundas del problema y sus fases de realización. Es decir, presentar el “sistema” y su “entorno internacional comparable”; las variables en liza cuya naturaleza resulta inevitablemente axiológica por corresponder a “valores”; su separación en esenciales, importantes, secundarias y despreciables; su “interpenetración” sistémica (lo que implica reubicarlas hacia la producción de “emergencias”); recopilar y validar datos; y finalmente calcular los efectos que se deriven. Así de conocido es el proceso y así de simple (o de complejo), pero hay pasos fundamentales que apenas se respetan en la actualidad.
Lo esencial del método no reside, pues, en los resultados cuantificados del modelo, sino en su diseño y concepción. Se precisa una metodología muy parecida a la que se preconizó por autores como Russel Ackoff en la Wharton School de Filadelfia ya en los años 70 con sus “especialistas en generalidad”. O más recientemente, en la gestión y tratamiento de los sistemas complejos computerizados que se desarrollan actualmente en las universidades de California (grupo de Murria Gell-mann y Holland, en el Instituto de Santa Fe) o de Paris (alrededor de los enfoques inspirados en E.Morin de Atlan, Depuy y Le Moigne)
El resultado de aplicar algunos de estos principios resulta en un modelo que intenta integrar el máximo posible las dimensiones que entran en juego: primero sistémicas (situando a España en su entorno internacional más directamente comparable); después axiológicas (fundando el modelo en los desequilibrios de nuestro sistema de valores); después epistemológicas (“interpenetrando” sistémicamente las variables más relevantes); después operativas (asumiendo medidas teóricas que pueden ser a un tiempo neoliberales, keynesianas y otras) y finalmente cuantitativas o métricas (con cálculos lo suficientemente claros como para que toda persona culta los entienda).
Utilizando estos postulados nos sale un modelo operativo que en principio presenta EMERGENCIAS claramente positivas. Avanzando el resultado, se puede resumir que el modelo que llamamos AXIOLÓGICO-SETCU -primero por tomar como materia prima los “valores” y después por requerir los requisitos de sicológico (S), ético (E), técnico (T), consensuado (C ), y urgente (U)-, prevé:
Crear 1.287.000 puestos de trabajo durante el período 2010-13; hacer crecer la economía ya en 2010 sobre un 0,4 % de PIB; crecer un 3,5 % PIB como promedio anual durante dicho período; reducir el déficit público en más de un 3% PIB sobre el saldo que resultara al final del período sin aplicar el modelo; y pasar de una rpc de 21.000 euros en 2010 a unos 24.000 en 2013.
Lo que además implica:
* siete ventajas netas tanto para los empresarios como para los trabajadores;
* y sobre todo elevar el nivel y calidad de nuestro “sistema de valores”.
Y ello:
* sin subir impuestos ni emitir nueva deuda pública.
Todo lo cual está debidamente cuantificado, pero dicho sin más ambición que la de adelantar una mera hipótesis sobre reducción del paro y crecimiento económico en España de la manera más seria y rigurosa posible mediando como median grandes variables agregadas. Pero estos resultados chocarán seguramente, tanto por el método sistémico-axiológico utilizado como porque va contra las predicciones establecidas por todo tipo de organismos nacionales e internacionales. No es de extrañar, pues, que muchas voces pretendidamente ortodoxas se pregunten: Pero, ¿de dónde sale esta predicción?. O ¿en base a qué se puede sostener?:
En base a que la complejidad de los sistemas económicos actuales (Wallerstein, Beinhocker, Durlof, Brenner, Morin…), exige enfoques teóricos que hermanen al menos cuatro tendencias que no suelen verse aplicadas conjuntadamente en los análisis económicos actuales.
Se sugiere así un enfoque tentativo que llamamos SISTÉMICO- AXIOLÓGICO consistente: primero, en integrar posiciones doctrinales o ideológicas (p.e., neoliberalismo y keynesianismo, de izquierdas y derechas, ….); segundo, asumir la globalidad epistemológica de variables que exige toda complejidad sistémica; tercero, resituar la crisis económica como un epifenómeno del “sistema de valores” producido en tanto que fin último de vida en sociedad; y cuarto modelando y simulando cuantitativamente las variables más relevantes del sistema. Apuntamos, pues, que solo mediante enfoques de este tipo se puede comprender y actuar sobre la economía en lugar de limitarse a extrapolar numéricamente tendencias.
Aplicando este método, y en un primer análisis axiológico de la sociedad española, se descubre: primero, 36 desequilibrios cuya “interpenetración” sistémica haría posible los resultados positivos enunciados; y segundo, pero también, las causas profundas y dificultades propias que presenta nuestro “sistema de valores” para superar la crisis económica actual.

"Los sistemas sociales modernos se muestran en su evolución crecientemente complicados y donde la dimensión económica depende de otras que la predeterminan o condicionan"

No será, pues, fácil en principio que España aproveche el enorme potencial que encierran estos 36 desequilibrios debido a que en la sociedad española actual (sobre todo en sus dirigentes) se aprecia una cierta carencia de dos elementos motivadores fundamentales, a saber: primero, predisposicion ETICA y segundo, voluntad de ESFUERZO, cuya clara insuficiencia entre las élites políticas e intelectuales españolas del momento podría impedir la aplicación del presente modelo.
La insuficiencia de ETICA queda demostrada por la tendencia de políticos y expertos a contemplar sus intereses personales, regionales, ideológicos o corporativos por encima, excesivamente, de los intereses generales de la población. Siguiendo esta pauta, ni los políticos aceptaran medidas positivas que provengan de una ideología contraria, ni los expertos (en particular economistas) consideraran otros enfoques que no provengan de su misma profesión o se inserten en sus rutinas conceptuales. Salvo honrosas excepciones en ambos colectivos.
La carencia de ESFUERZO se demuestra por la hedonista y generalizada tendencia a la comodidad y lo fácil. Blandura que se extiende actualmente en España desde la escuela primaria hasta la investigación científica, donde el sistema español no brilla precisamente por su nivel de esfuerzo. Se aprecia así una ausencia de enfoques innovadores en el diseño de nuevos modelos y variables intervinientes como exigiría la solución de una crisis económica inserta en la complejidad sistémica actual. Esta desidia teórica lleva a aceptar resignadamente el principio general de que el empleo es una función de la economía, cuando en la España actual es precisamente lo contrario: es la economía una función del empleo, y por lo tanto sería esta última, la variable explicativa sobre la que actuar. Todo ello en lugar de mimetizar lo preconizado por los organismos internacionales, que suelen dar consejos generales válidos para otras economías que ni de lejos presentan la llamativa particularidad axiológica de la española.
Conclusión: El modelo SISTÉMICO-AXIOLÓGICO desarrollado demuestra que se puede salir de la crisis y con mayor velocidad que los demás países de nuestro entorno. Pero también, que va a exigir la previa superación en España de estas dos carencias. Cosa no fácil, pero posible si existe las sensibilidad suficiente y si nos ponemos a ello a través de dos fases: los periodistas, popularizando esta posibilidad para exigirla al gobierno; y el gobierno, adoptando el modelo por la cuenta electoral que le tiene.
Son las únicas razones que podemos ofrecer para justificar esta conclusión. Y en el fondo, lo único que utilizamos con profusión es sentido común en la selección de las variables, humildad y claridad en los cálculos y por supuesto superación de apriorismos ideológicos u otros. Y si esta nueva y conjuntada hipótesis metodológica sobre cómo salir de la crisis en España sirviera para algo, el propio lector lo dirá.

Abstract

Some questions should be raise: Which are the deep causes of the current economic crisis?. Which is the relation between the system of values performed and the economic crisis?. Is it possible to know the axiological unbalances of the crisis? Are there possible outcomes to the crisis, f.i., through the adoption of an axiological perspective?. In fact, is the economic crisis an economic problem, or is it rather an axiological one founded in the unbalanced system of values which has been produced? And finally, and from a systemic operational perspective, which could be the possibilities of overcoming the crisis?. It seems clear that the correct understanding of the economic crisis would imply to answer most of these questions. In this paper I propose to take three ways of dealing with the problem: First, we would start under the working hypothesis that the main causes of the crisis are due to the performance of an inappropriate “systems of values”; second, is the lack of a sufficient governmental sociocybernetic control; and third, to integrate the most relevant axiological variables as it is done in a tentative way in the model called “AXIOLOGICAL-SETCU MODEL FOR JOB CREATION IN SPAIN FOR THE PERIOD 2010-2013”. The main result of this model is a general improvement of the whole Spanish “system of values”, among them the economic increase, and where a special policy of job creation plays the decisive and explanatory role.

endrían atravesando actualmente al capitalismo moderno, a saber: El Tecnicismo (la revolución de los managers); el Accionarismo (la popularización del capitalismo por su número de accionistas); el Personalismo (énfasis en la “persona” en las nuevas políticas de recursos humanos); el Cibernetismo (la proliferación de organismos reguladores); el Ecologismo (la creciente preocupación por el medio ambiente); la Redificación (desarrollo de las comunicaciones vía nuevas tecnologías); el Especialismo (el crecimiento de la “barbarie” orteguiana por mor de la subdivisión creciente del conocimiento); el Nuevo Riesgo (provocado por las tecnologías biológicas y nucleares); y el Amoralismo (la supeditación sistemática de los intereses colectivos al interés individual, supeditación que resulta más peligrosa cuanto más refleja o instintiva se muestra). Tendencias que demuestran el deseo de incidir, aunque sea a nivel inconsciente, pero de forma inevitable, sobre determinados valores.
Pero lo que no se aprecia es una tendencia a considerar las sociedades, de cualquier dimensión que sea, como lo que únicamente son en términos de gestión sociopolítica: “sistemas de valores” universales, conjuntos definidos de necesidades y logros por y para sus comunidades; programas que deben confluir en fines más integrados y humanistas; y guías prácticas de lo “sistémico-axiológico” en tanto que norte definitivo e inevitable de toda buena política. Y aquí los intelectuales tendrían algo que decir, aunque lamentablemente no pueda decirse que sea el caso. De ahí que los discursos teóricos al uso en nuestro país, centrados en la crisis económica y en el paro, no suelan registrar ni ocuparse de lo que verdaderamente está en juego, que no es otra cosa que el “sistema de valores” que muchas veces nos hace movernos sin sentido cual hojas al viento, precisamente porque ignoramos su estructura, fuerza y unidad, y terminamos por no saber si en España el paro tiene, o cuando, una solución. Y es que cunde una enfermedad provocada por la creciente complejidad del mundo que podría llamarse “daltonismo axiológico” o incapacidad para percibir los “sistemas de valores” como perfiles de opciones ante la satisfacción de necesidades. No deja de tener razón el filosofo iraní Ramin Jahanbegloo cuando dice que “los intelectuales están perdiendo su autoridad pública para dirigirse al poder al negarse a debatir sobre los valores”, centrando “su único interés en el comentario de los hechos”; o cuando más adelante cita a Julian Benda para decir lo que debería resultar obvio: que “la labor del intelectual es defender los valores universales por encima de la política del momento”.


Francisco Parra Luna es Catedrático Emérito UCM, Coordinador del Modelo AXIOLÓGICO-SETCU, publicado en “Para salir de la crisis: un modelo cuantificado hacia la creación de empleo”, Equipo MULTIDIS, coord.. F.Parra Luna y J.I. Ruiz Rodriguez, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2010.




Publicada : 31-03-2010














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