jueves, 9 de diciembre de 2010

Competitividad ¿en qué?

COMPETITIVIDAD ¿EN QUÉ?

Por Francisco Parra Luna, Catedrático Emérito, UCM

Todo español interesado en las causas de nuestro paro intuye que residen en la falta de competitividad de la economía española que, como sabemos, viene presentando una balanza comercial negativa y recurrente. Mas, ¿en qué sectores concretos habría que incidir y con qué prioridad?. Desde la investigación/innovación, hasta la educación, la justicia y las inspecciones, pasando por determinadas infraestructuras concretas como el transporte de mercancías por ff.cc. y el reacondicionamiento de puertos, las posibilidades de mejorar en España son amplias y diversas. Comencemos por los medios de transporte y comunicación, tan básicos siempre.

Imaginemos que existe un Ministerio de Transportes y Comunicaciones con cinco direcciones generales: Carreteras, Aviación, Ferrocarril, Marítima y Telématica. Sus misiones: poner en contacto personas y cosas con la mayor rapidez y al menor coste posibles. Se podría para ello hacer uso del índice de eficiencia básica T=Y/X y mediante el cual la D.G. de Carreteras estaría obligada a vigilar permanentemente que los costes totales (X) de su estructura funcional (personal, inversiones, mantenimientos, contaminación ambiental, etc.) resultasen mínimos en cada período de tiempo en relación a los salidas (Y) (número de pasajeros, toneladas transportadas, satisfacción de los usuarios, etc.) que serían los objetivos de esta dirección general. Este índice perseguiría, pues, ofrecer el mejor servicio (Y) con el menor coste posible (X). Piénsese, además, lo que supondría que todos los funcionarios de dicho Ministerio percibiesen, además de unos fijos mínimos, unos emolumentos variables en función de los resultados del índice “T” general del ministerio, y de los numerosos índices o subíndices “T” en que podría subdividirse cada dirección general, subdirección, departamento, etc. Los ahorros podrían ser espectaculares.

E imagínese lo que supondría que las otras cuatro Direcciones Generales funcionaran bajo los mismos principios. Cada Dirección General perseguiría así quitar usuarios y mercancías a las otras Direcciones y en base siempre a la permanente vigilancia del índice “T”. Así la expresión: “Usuarios x satisfacción/coste”, sería el primer y más básico índice de eficiencia de cada dirección general. Especie de organismos autónomos en este sentido, que dada su deseable vocación de “ladrones” de usuarios, quizás acabarían hasta con gran parte de los desplazamientos personales de carácter profesional, que muy bien podrían resultar innecesarios si la Dirección General de Comunicaciones Telemáticas pudiera generalizar y popularizar el uso de videoconferencias de alta calidad, para que los desplazamientos personales sólo se hicieran por placer. Todo un necesario vuelco hacia la competitividad.

Podemos prever, pues, lo que este tipo de competencia interna representaría no sólo para la economía española vía costes, sino también, para seguridad de los pasajeros, más tiempo libre, superiores comodidades, menor contaminación, etc. En esto posiblemente consista el progreso: en no perder de vista el arco de los valores que perseguimos –Riqueza Material, Seguridad, Conocimiento, Participación, Ecología, etc.- y en elevar y equilibrar sus respectivos niveles relativos con arreglo a las necesidades de cada tiempo y lugar.

Pero con las Autonomías hemos topado. Porque para que estos índices funcionasen sería preciso rediseñar una descentralización territorial española que no termina de encajar los papeles de las administraciones al duplicar o triplicar esfuerzos y costes cuando no dificultar los objetivos buscados. Se trata por tanto de redefinir un Estado de las Autonomías que no siempre es bien comprendido dados sus actuales excesos, pero que resulta axial para elevar la calidad de vida de los ciudadanos al facilitarles superiores cotas de libertad, cercanía y participación en la cosa pública. La dificultad consiste en compatibilizarlas con una utilización óptima de los recursos nacionales, lo que requiere altas dosis de buen diseño desde el propio centro político y de colaboración sincera por parte de las regiones.

Que España sepa competir, ponderando en primer lugar lo central y lo periférico sin extremismos, y preferiblemente según pautas de regionalización europeas para hacerlo en pie de igualdad, determinará que podamos entonces priorizar sectores, reducir gastos, maximizar eficiencias, equilibrar/diferenciar autonomías,…. y en suma mejorar nuestro “sistema de valores” global como un país con peso relativo en el mundo en beneficio de todos. No sabemos si es un arte o una ciencia, o ambas cosas a la vez, pero deberíamos conseguirlo si es que pretendemos dejar un mejor modo de vida a nuestros hijos.

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