NO ES LA DEUDA, ES EL CRECIMIENTO
Por Francisco Parra Luna, Catedrático Emérito UCM
Se habla sin cesar de la necesidad de austeridad en España y no sin causa. Basta con ver los indicadores diferenciales más básicos (paro, déficit comercial y débil crecimiento del PIB) para constatar nuestra calamitosa situación. Incluso hemos reingresado en el club de los PIGS y hasta se teme un rescate financiero.
Nada, pues, que criticar sobre la austeridad y la deuda, pero sí añadir algo. Y es que el problema español no es tanto de endeudamiento como de crecimiento. Si clasificamos los 10 países más importantes de la UE por su déficit público más deuda pública en porcentajes de sus respectivos PIBs, tenemos: Italia 120.8; Belgica 105.8; Francia 85.4; Reino Unido 81.7; Alemania 76.9; Austria 71.2; Holanda 67.1; España 62.9; Dinamarca 46.7 y Suecia 43.2. (The Economist, 11.12.2010). Y dado que la deuda privada es poco significativa por el “efecto multinacionales”, ya quisieran muchos países tener nuestro nivel de endeudamiento.
¿Qué sucede entonces? Sucede, que si elaboramos un índice dividiendo el crecimiento previsto del PIB para 2011 multiplicado por cien, entre los niveles de endeudamiento citados, tendremos el porcentaje que las perspectivas de crecimiento económico representan sobre la deuda, lo que proporciona un cierto sentido de garantía soberana. Y según esta garantía la clasificación es: Suecia 7.2; Dinamarca 3.8; Alemania 2.8; Holanda 2.4; Reino Unido 2.3; Austria 2.1: Francia 1.7; Bélgica 1.4; Italia 0.9; y España 0.6. Es decir, de estar entre los mejores por deuda, hemos pasado a estar en la cola absoluta por garantía económica. Y ello sin tener en cuenta los índices de paro que nos hundirían absolutamente en la miseria.
Luego el problema no está en la deuda estatal, sino en una política de empobrecimiento que causa temor y desconfianza en los mercados, pues, si perciben que España presenta las peores perspectivas de crecimiento, si las agencias de rating le rebajan de categoría, y si además los mismos mercados airean esta situación porque “huelen” superiores tasas de interés como prestamistas, el diferencial respecto a Alemania subirá, nos costará más invertir y consumir, recortaremos la I+D+i estancando nuestra competitividad y el proceso para salir los últimos de la crisis quedará asegurado.
Debería quedar claro, pues, que el origen de este círculo vicioso reside en mimetizar en exceso las políticas generales de reducción de deuda, válidas seguramente para otros países con mayor endeudamiento y superiores crecimientos, pero no para España que presenta justamente los números cambiados. Parece mentira que pisemos un charco tan visible pero así es. Y como además es la vía más fácil y la que está recomendada “urbi et orbi”, se acepta sin rechistar. Pero debe recordarse que la deuda de España, hoy, se pueden reducir de dos maneras: ahorrando y pagando lo que se debe a costa de estancarnos en competitividad (círculo vicioso), o bien emplear el dinero ahorrado en crear puestos de trabajo pro-competitivos (desde el transporte de mercancías por ff.cc, hasta la necesidad de inspectores, pasando por reducir la dependencia energética ), que permitan incrementar la inversión, la exportación, el consumo, el PIB, los ingresos fiscales y cerrar el círculo virtuoso reduciendo deuda.
Pero claro, ello tiene un precio: Necesitaríamos presentar a los mercados un plan integral tan sistémico y bien calculado a dos/tres años vista que les resultara convincente. Lo que no se puede hacer es limitarnos a mimetizar unas políticas económicas internacionales que están pensadas para quienes no sufren un 20 % de paro ni exhiben el absurdo desequilibrio que consiste en eso que llamamos la “insostenible triada” de “cosas por hacer “ paro” y “dinero desaprovechado”. Saber, pues, dónde estamos, dónde están los demás y por qué recomiendan determinadas políticas y no otras, sería uno de los primeros pasos a dar. Pero como un tal proyecto exige integración de teorías, superar corporativismos, aceptar la multidisciplinareidad y hablar solo con cálculos a la vista, y todo ello a su vez mayores dosis de esfuerzo, humildad y responsabilidad en lo personal, no es posible concluir sin pedir un profundo cambio de nuestras actitudes éticas. Y siento tener que acudir de nuevo a la especificidad del sistema de valores que nos moldea, pero ¡qué falta hace una reflexión detenida sobre nuestro modo de “vida colectiva”¡.
No hay comentarios:
Publicar un comentario